Sintiendo el Peso del Odio
Muchos españoles imaginan Colombia como un verdadero campo de batalla, un lugar donde la guerra no da tregua y el silbar de las balas y el estallido de los cañones son la diaria rutina de cada colombiano. Otros creen que es el edén de los narcotraficantes y cualquier decisión debe tomarse bajo la aprobación del gran capo del cartel. Un western latinoamericano o una palestina sudaca, son imagenes que se juntan y se mezclan para crear el imaginario de Colombia para quienes no conocen ni quieren conocer Colombia.
Lo que no imaginan los españoles es que un colombiano pueda sentir temor en un país primer mundista, con estado de derecho y garantías democráticas de las que no goza en su país. Lo que no imaginan los españoles es que un colombiano, a pesar de haber vivido duras experiencias de una inclemente violencia fundada en la pobreza, en la corrupción y el narcotráfico, no esté acostumbrado a vivir con el odio.
Me refiero al odio irracional que ha llevado a los crecientes ataques a inmigrantes en España. ¿A qué se debe? ¿por qué lo hacen? Buscando en los carteles callejeros, páginas web y revistas de los partidos políticos y grupos de ultra derecha que reivindican y acrecientan este odio anti-inmigrante, logré entender un poco el discurso y las razones que los impulsan. Entre una gran cantidad de demagogia patriótica y nacionalista logré rescatar tres de sus principales argumentos: El terrorismo, la seguridad ciudadana y la seguridad social.
La verdad es que no sería difícil desmentir uno a uno estos argumentos, pero solo basta con pensar ¿a quién conviene todo este desorden? Pienso en el omnipresente poder económico, el que saca el mejor partido de la mayor miseria. Y me pregunto, ¿por qué entonces los grupos anti-inmigrantes no se enfilan en contra de las empresas que explotan a los inmigrantes y los responsables de una inmigración "desmedida"? La respuesta es inmediata, porque estos pequeños grupos de poder prefieren culpar a los inmigrantes antes que señalar a los peces gordos. Es más fácil tildar de terrorista a un musulmán excluido o de esquirol a un latinoamericano explotado, que confrontar las verdaderas causas de una terrible injusticia.
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